Por: Scott Clark
Citas Bíblicas, tomadas de la Versión “Cantera-Iglesias”
Yo conozco un solo bautismo,consagrado y sellado con el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo:donde encuentre tal
formula,tengo que aprobar sin remedio; no destruyo lo que reconozco ser del
Señor,no echo fuera el pendón de nuestro Rey. Ni siquiera los que dividieron la
túnica de Cristo la rasgaron; y eso que no creían que había de
resucitar ,sino que le veían morir. Si los sayones no rasgaron la
vestidura del que pendía de la cruz ¿ Por que destruyen los cristianos el
sacramento del que esta sentado en los cielos ? — Augustinus, Epistola 23
a Maximino (23,4 )
Hace algunos días, me hicieron esta pregunta: ¿Debería ser
Bautizado Otra Vez? pero, lo cierto es, que suelen hacérmela muy a menudo. Esto
suele ocurrir en el contexto, de una clase con nuevos miembros en la iglesia
cuando alguien que, apenas va llegando a una congregación Reformada y que viene
de otra congregación diferente a la Reformada, se acerca al pastor para
decirle: «Yo fui bautizado por alguien de la universidad, que no fue ordenado
al ministerio» o «Fui bautizado por mi vecino» o «en la iglesia Romanista» o «en
una congregación Bautista» o «por una persona que en aquel entonces, era
apostata de la fe» o «en la iglesia de los Mormones». Y la pregunta que le
sigue a estas declaraciones, usualmente es: «¿Debería ser bautizado otra vez?».
La respuesta a esta pregunta, es bastante complicada, puesto
que para llegar a ella, uno debe pasar primero por varias “capas”. Una pregunta
crucial que uno debe hacerse es, si de verdad fue bautizado del todo. Hasta
donde yo puedo decir, el “Re-Bautismo” o el “ser bautizado otra vez”, es algo
imposible. Con esto quiero decir que, si el Bautismo no fue llevado a cabo de
la manera correcta (es decir, de la manera en que fue instituido por Cristo),
no existió tal Bautismo en primer lugar.
Ahora bien, ¿qué es el Bautismo? Es un sacramento[1] de la
identificación visible con la muerte de Cristo; es un ritual de muerte; un
signo y sello de aquella muerte, que verdaderamente ocurrió en aquellos que
creen; un signo y sello de las buenas nuevas de que Cristo, Aquel que obedeció
perfectamente a Dios, murió, fue enterrado y resucitó al tercer día. De manera
que, todos aquellos que ponen su confianza en la obediencia de Él y no en sus
propios méritos, tienen vida eterna; Dios les concede el regalo de la Fe para
que puedan creer y, a través de ésta, sean unidos a Él por el Espíritu Santo y
son libremente aceptados y declarados justos (justificados) por Dios,
únicamente por la obediencia perfecta de Cristo Jesús imputada a su favor.
Las imágenes bíblicas del Bautismo, son actos que se
hicieron una vez y que ya no se pueden repetir. Los Israelitas (adultos, niños,
familias enteras incluidas en el pacto de Dios con Abraham), fueron «…bautizados
en Moisés…» (1 Co. 10:2; es decir, se identificaron ritualmente con él por
medio de ese ritual que significa: muerte corporal) en el Mar Rojo, «a pie
enjuto» (Literalmente: con los pies secos; Éx. 14:16, 22, 29; 15:19).
Definitivamente, esto fue un acto que ocurrió una vez y para siempre. Los
Israelitas, estaban muertos; ellos le dieron la espalda al mar. Los ejércitos
del Faraón, estuvieron a punto de destruirlos, hasta que el Señor los bautizó a
todos y les salvó a través de (no “por”) las aguas divididas del Mar Rojo.
Antes de este episodio, hubo un diluvio (que ya no se
repetirá otra vez), en el cual Dios salvó a Su pequeña iglesia a través de (no “por”;
1 Pe. 3:20) las aguas del diluvio; esto fue un ritual que representó la muerte,
en el cual el pueblo de Dios, permaneció seco (dentro del Arca) y todos los
enemigos del pueblo de Dios, fueron inmersos y ciertamente –no ritualmente-
asesinados. Más tarde, los Israelitas pasaron el Río Jordán «en seco» (Jos.
3:17; 4:18, 22). En Romanos 6, Pablo utiliza el Bautismo como una ilustración
de nuestra ruptura definitiva, hecha una vez y para siempre, con el pecado y la
inauguración de nuestra nueva vida de santificación progresiva por la Sola
Gracia, a través de la Sola Fe, en unión con Cristo, por medio de la obra llena
de gracia y continúa del Espíritu Santo en los creyentes.
Él enseña exactamente lo mismo, incluso todavía más
explícito, en Colosenses 2:11–12, en donde, a fin de explicar la naturaleza de
esta ruptura definitiva, él apela a la circuncisión; un ritual tipológico de la
muerte que apuntaba a Cristo siendo “cortado” en favor de Su pueblo. Allá en la
Cruz, ocurrió una circuncisión, siendo Cristo “cortado” por nosotros, cuando
fue hecho inmundo (He. 13) por nosotros fuera del campamento. Este es el por
qué Pablo conecta la muerte, la circuncisión y el bautismo en Colosenses 2.
Todos ellos son actos que ocurren una sola vez en la vida.
Por eso, Pablo también dice a los Judaizantes[2] que, si la
circuncisión es tan poderosa –como aquellos creían-, ellos debían entonces
“mutilarse” a sí mismos (es decir, castrarse; Ga. 5:12). Por lo tanto, el
Bautismo Cristiano, administrado tal y como lo ordenó Cristo, es aplicar agua
conjuntamente con la Palabra de Dios (el Evangelio) en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo por un ministro debidamente ordenado en una verdadera
congregación Católica[3] , Evangélica y Reformada; esto es, un
congregación que posea las marcas de la Verdadera Iglesia (Confesión Belga,
artículo 29). Obviamente, en los Estados Unidos y en el resto del mundo, se
administran bautismos por congregaciones, que no cumplen con las marcas de la
Verdadera Iglesia; he allí, la dificultad.
Lo cierto es, que no somos los primeros Cristianos en
hacernos esta pregunta del re-bautismo. Muchos Cristianos tuvieron que lidiar
con este problema, en los siglos cuarto y quinto (años 300 y 400 d.C) en la
controversia Donatista. En el año 302 d.C, el emperador de Roma Diocleciano,
ordenó la persecución de los Cristianos; algunos de ellos, se negaban a
renunciar a su fe y a entregar las Sagradas Escrituras para que fuesen
quemadas. Otros, renunciaban a Cristo y entregaban las Escrituras. Luego que
finalizó la persecución, estos últimos eran entregados por “traidores a Cristo”
para ser asesinados. Estos acontecimientos, dieron lugar a una controversia
sobre qué debía pensarse de aquellos que traicionaban a Cristo y no daban
testimonio de su fe; especialmente, cuando se eligió a Ceciliano como Obispo
(un término moderno, sería “pastor principal”) de Cartago en el 312.
Ceciliano, fue consagrado/dedicado a tal oficio, por otro
obispo que había traicionado a Cristo, negándole y entregando las Escrituras
bajo la persecución de Diocleciano. A raíz de esto, Donato dirigió un
movimiento separatista del cual él fue Obispo desde el 315, hasta su muerte en
el 355. Este movimiento de Donato (denominados “Donatistas”), creía que la
correcta administración de los Sacramentos (Bautismo y Cena del Señor),
dependía del estado espiritual de la persona que los administraba, es decir,
que aquellos que habían rechazado a Cristo y entregado las Escrituras al
Emperador Diocleciano, eran “traidores”, “inmundos” y, por tanto, no podían
administrar dignamente los sacramentos (si algún Sacramento administraban ellos,
no era válido). Esta creencia fue atractiva y abrazada por muchos en el Norte
de África.
Agustín (354–430 d.C), quien fue Obispo de Hipona, rechazó y
contendió enérgicamente contra esta creencia. Eventualmente, la Iglesia
Católica[4] adoptó este rechazo del Donatismo de Agustín, y siglos después,
Juan Calvino en su rechazo contra los Anabautistas, también citó a Agustín para
el mismo propósito. En su obra Institución de la Religión Cristiana, Juan
Calvino se refirió a los Anabautistas, a quienes él llamó “Catabautistas” (Κατά
/Catá/ del Griego, que significa “en contra de” y Βαπτισμός, /Baptismós/ “Bautismo”)
término que Zuinglio (1484–1531) y otros, ya habían usado para describir a los
Anabautistas; por cuanto éstos últimos rechazaban el bautismo de los hijos de
los creyentes y –como dice Calvino- también los bautismos administrados en la
iglesia Romanista.
Es cierto que Lutero, Bucero, Zuinglio, Melanchthon y
Calvino, fueron bautizados en la vieja y medieval comunión Papal anterior a la
Reforma pero, también es cierto, que ellos y las Iglesias Reformadas después de
ellos, aceptaban los bautismos de la iglesia Romana como válidos
«…nos sirve de firme argumento considerar, que no somos
bautizados en nombre de ningún mortal, sino en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo (Mt. 28:19); y, por tanto, ese Bautismo no es del hombre,
sino de Dios, sea quienquiera el que lo administre. Por más ignorantes e impíos
que hayan sido los que nos bautizaron, sin embargo, no lo hicieron en la
comunión de su ignorancia e impiedad, sino en la fe de Jesucristo. Porque ellos
no nos bautizaron en su propio nombre ni invocaron su nombre, sino el de Dios,
y no nos bautizaron en nombre de ninguno otro. Ahora bien, ya que ese Bautismo
era de Dios, tuvo sin duda alguna encerrada en sí mismo la promesa de la
remisión de los pecados, la mortificación de la carne, la vivificación
espiritual y la participación en Cristo. Por tanto, en nada perjudicó a los
judíos el ser circuncidados por sacerdotes impíos y apóstatas; ni tampoco por
ello el signo de Dios fue dado inútilmente, de manera que fuese necesario
repetir la circuncisión; más bien fue un acto suficiente a través del cual, les
comunicaba a los participantes que debían volverse a la Verdadera Fuente del
Sacramento». [5]
La dignidad de una persona, no valida el Sacramento; más
bien son las promesas divinas (el Evangelio) en la Palabra adjuntadas a la
señal y sello, que validan el Sacramento. Tal y como Calvino señaló, si
abrazamos la creencia Donatista, acabaríamos con la historia de la redención.
Este principio Donatista, asumía que ellos podían conocer cosas que en la vida
real, nosotros sabemos que no es cierto. Esto es parte de la crítica Reformada
de la posición (ana/cata) Bautista: Aunque pospongamos el Bautismo hasta que la
persona profese su fe, aun así, conoceríamos únicamente la profesión externa
del candidato; puesto que sólo Dios conoce el corazón.
¿Qué pensaríamos de un ministro que no es regenerado y que
bautizó a alguien, pero que tiempo después de aquel acto, Dios salva a aquel
ministro? ¿Significaría eso que aquel bautismo no fue válido y, por tanto, su
próximo bautismo sí será válido ahora que es regenerado? ¿Y qué, si el
candidato hubiese descubierto luego de su bautismo, que el ministro no era
regenerado y, por tanto, él fue y volvió a ser bautizado ocurriendo esto antes
de que Dios salvase al primer ministro que lo bautizó? Luego, en el momento en
el que Dios salva al primer ministro, ¿acaso este acto invalidaría el segundo
bautismo de aquella persona? Observe el lector, cuán rápida e innecesariamente,
se “enreda” este tipo de pensamiento.
Hay personas que me han discutido que el Romanismo posterior
al Concilio Vaticano II, con su giro hacia el Modernismo, era más corrupto que
el Romanismo de los siglos XV y XVI cuando los Reformadores fueron bautizados;
yo lo dudo. La Iglesia Occidental, a principios del siglo XVI, estaba
profundamente corrompida desde “la cabeza hasta los pies” (Concilio de Letrán
V). La naturaleza de la corrupción puede que haya cambiado pero, el grado de la
corrupción, no. En el siglo XVI, los laicos[6] no podían leer las Escrituras en
su propio idioma pero, ahora –luego del Concilio Vaticano II- sí pueden. Lo
cierto es, que existen tantas versiones de Roma como Romanistas; y todos y cada
uno de ellos, eligen aquellos aspectos del dogma[7] de la iglesia al cual se
adhieren.
La única cosa que los une es una sumisión externa y formal
al Obispo de Roma. En realidad, la estima hacia el Concilio Vaticano II, varía
de Papa a Papa. Por ejemplo, Juan Pablo II y Benedicto XVI, buscaron detener la
influencia del Concilio Vaticano II, pero Francisco, parece haber determinado
de ciertas maneras, defender y promover este Concilio anterior a Juan Pablo II.
En esencia, no existe una única iglesia Romanista. Al igual que los
Reformadores, no tenemos razones válidas para rechazar los bautismos
administrados por la iglesia Romana. ¿Qué acerca de la validez del bautismo
llevado a cabo por un Laico? Calvino, trató este problema en tres secciones de
su obra La Institución de la Religión Cristiana (Libro IV, capítulo 15,
secciones: 19–22).
En la sección 19, él declaró que a pesar de la corrupción
que ocasionaron las añadiduras de la iglesia medieval al sacramento (añadiduras
que él denominó «pompas y farsas»), aún era un sacramento; todavía era un
Bautismo Cristiano Trinitario. En las secciones siguientes, él justamente
protesta contra las parteras y otros, que practicaban los denominados “Bautismos
de emergencia”. Estos “Bautismos de emergencia”, son impropios porque los que
lo administraban, asumían que uno no podía entrar al cielo sin antes ser
bautizado; esto es una creencia falsa. El ladrón que estaba colgado en la cruz
al lado de Cristo, no fue bautizado y, sin embargo, Cristo le dijo que estaría
en el paraíso con Él aquel mismo día.
Imagine el lector por un momento, a una persona que se
encuentra en una isla desierta; de repente, se acerca flotando hasta la orilla
de la playa, un paquete sellado con una Biblia en su interior. El náufrago,
toma la Biblia, comienza a leerla, el Señor lo salva y luego esta persona muere
sin ser bautizado por un ministro ordenado. ¡Él estaría con el Señor! El
Bautismo es un sacramento santo, un símbolo y sello del pacto de Dios pero, no
es ni contiene en sí mismo, la salvación. En este sentido, una etiqueta sobre
un recipiente que diga “almuerzo”, no es el almuerzo mismo.
Recientemente, alguien me escribió para preguntarme qué
pensar con respecto al caso de una persona que fue bautizada por un (pastor/
líder) Laico, pero que este (pastor/líder) Laico, no era bautizado. Se puede
discutir que este laico, estaba sirviendo en favor de una organización, de la
cual podríamos decir que le faltaban una o tal vez dos marcas de la Verdadera
Iglesia; estas son:
La Predicación Pura del Evangelio.
La Administración Pura o Correcta de los Sacramentos.
La Administración de la Disciplina Eclesiástica.
Podemos decir que faltando una de estas marcas, este
ministro laico, estaba actuando en favor de una organización que no tiene
relación con la Iglesia Cristiana o en el mejor de los casos, en un cuerpo “paraeclesiástico”.
Esto es cierto, incluso en el acto eclesiástico más obvio (por ejemplo, que el
ministro es ordenado en una iglesia que carece de una o más marcas). En efecto,
esto es lo mismo que el caso del bautismo administrado por un laico que trabaje
en la universidad.
Calvino declaró acertadamente que la circuncisión del
segundo hijo de Moisés llevada a cabo por Seforá (Éx. 4:25), no es un ejemplo
para que los laicos lleven a cabo el Bautismo, sino más bien, que ella realizó
una circuncisión que nunca más iba a repetirse. Aquello fue un acto irregular,
no común. Calvino escribió que Seforá fue presuntuosa; quizás, la narrativa
presenta a Seforá, como si ella le hubiese salvado la vida a Moisés. Es un
evento oscuro del cual es arriesgado concluir mucho pero, sí ilustra un buen
ejemplo irregular de una administración del sacramento para admisión a la
comunidad visible del pacto.
Desde mi punto de vista, asumiendo que los bautismos son
llevados a cabo por personas Cristianas conscientes (obviamente, no pueden ser
Mormones o de alguna otra secta falsa), entonces tales bautismos, deberían ser
tenidos como “irregulares” pero son administraciones válidas a fin de cuentas.
Decir que no son Bautismos, nos lleva peligrosamente a la creencia Donatista.
Es mejor que los Bautismos sean administrados regularmente por ministros
debidamente ordenados, bajo un mandato eclesiástico en una verdadera Iglesia y
que el procedimiento para el Bautismo, se lleve a cabo tal y como lo ordenó
Cristo, sin corromper Sus órdenes. De otra manera, no existió tal Bautismo en
primer lugar. Calvino, aunque se opuso al abuso de bautismos administrados por
Laicos, no rechazó tales bautismos del todo como si fuesen inválidos. El
bautismo administrado por un Laico, es irregular pero sigue siendo válido (esto
está implícito: siempre que lo administre de la manera en que Cristo lo
instituyó) [8] .
En resumen: ¡No desee Usted ser bautizado de nuevo! Si ya
fue bautizado una vez, no desee hacerlo de nuevo; únase a una congregación que
tenga las marcas de la Verdadera Iglesia y sométase a su gobierno y disciplina.
Aquellos que han sido bautizados de manera irregular, esto es, por algún
trabajador de la universidad o cualquier otro Laico, no deberían dudar de su
Bautismo. ¿Qué tan lejos debemos llegar en nuestras convicciones
anti-Donatistas? ¿Qué acerca del “bautismo” administrado por los Mormones? A mí
se me ha objetado que los Mormones sí pronuncian el nombre Trino pero, ellos
niegan en la práctica, la doctrina Cristiana de la Trinidad. Ellos re-definen
la Trinidad, diciendo que Dios es Uno en cuanto a voluntad o propósito pero,
que no lo es en esencia. Que el Dios Trino es Uno en esencia, es la enseñanza
del Credo de Atanasio, por ejemplo.
Por lo tanto, aunque los Mormones empleen agua en su
bautismo y aunque utilicen palabras de la doctrina Cristiana, no es un
bautismo; no es válido. Esto nos lleva a decir que, cuando una persona se
convierte del Mormonismo al Cristianismo, el bautismo que él reciba, no será un
“segundo bautismo” porque en primer lugar, nunca fue bautizado de la forma
instituida por Cristo.
Es cierto que tanto el ministro Cristiano como la (regadera
/ ducha), ambos derraman agua sobre la cabeza de alguien pero, eso no significa
que ambos son bautismos. Todas estas preguntas realizadas al principio son
difíciles pero, la posición anti-Donatista, es la correcta. El estatus
espiritual de alguien, no define un sacramento; tampoco lo hace el que una
persona haya sido ordenada. Sin embargo, aún estamos obligados a decir que los
Laicos, no deben actuar presuntuosamente. Ellos no están autorizados por Dios
para administrar los sacramentos; la administración, pertenece a la Iglesia
visible e institucional. Jesús, no comisionó a cada creyente a predicar,
evangelizar y a administrar el Bautismo (Mt. 28:18–20).
Él autorizó y ordenó a la Iglesia visible e institucional,
para hacer estas cosas. Pero, si alguien de forma irregular predica y las
personas abrazan la obediencia de Cristo a su favor y ya no su obediencia
propia, ¡bendito sea Dios! A través de este acto, no podemos decir que el
mensaje no fue enviado y que el Espíritu Santo no usó ese mensaje para traer
vida nueva y fe verdadera. ¿Cuál cuerpo eclesiástico envió Billy Graham? ¿Acaso
estamos negando que Dios el Espíritu Santo usó a Graham para, a través de su
predicación, salvar personas? No. ¿Fue la predicación de Graham algo irregular?
Sí. ¿Acaso debió él haber ido sin mandato eclesiástico y sin supervisión? No.
Esto es la distinción entre lo que es y lo que debe ser.
…cuando viene a nosotros un cismático o un hereje, para
hacerse católico, procuramos abolir con la disuasión y la refutación su cisma y
su herejía; pero lejos de nosotros atentar contra los sacramentos cristianos
que encontramos en ellos, y contra cualquier verdad que conserven; lejos de
nosotros reiterar lo que reconocemos debe darse sólo una vez, no sea que,
preocupados por los vicios humanos, condenemos las medicinas divinas, o
buscando curar lo que no está herido, vayamos a herir al hombre enfermo
precisamente en la parte sana.
— Augustinus, El único bautismo (Réplica a Petiliano) III,4
— Augustinus, El único bautismo (Réplica a Petiliano) III,4
Notas:
[1] La palabra “Sacramento” en nuestro Español, proviene del
Latín Sacramentum (que tradujo Jerónimo en la Vulgata), y ésta a su vez,
proviene de la palabra Griega μυστήριον /mustérion/ del Nuevo Testamento (Ef.
1:9; 3:3, 9; 5:32; 1 Ti. 3:16; Ap. 1:20). Morfológicamente, Sacramentum, es una
derivación del verbo sacrare (hacer santo) mediante el sufijo denominalizador
mentum (instrumental, “medio para”), esto es, Sacramentum, equivale
gramaticalmente a: instrumento para hacer santo. Este vocablo, se usaba a la
llegada del cristianismo a Roma, para designar un juramento de los soldados
romanos de servicio incondicional al ejército imperial. En cuanto a μυστήριον,
se refiere a lo que hoy en día llamamos con la palabra “misterio” o “algo que
es secreto”. El Griego bíblico, hace referencia a lo que, estando fuera de la
comprensión natural, puede ser conocido solo por revelación divina. (Nota del
traductor).
[2] Como los Judaizantes exigían que los Gálatas convertidos
del paganismo recibieran la circuncisión, Pablo alude irónicamente a la
castración ritual practicada por los sacerdotes de la diosa Cibeles.
(Comentario a Gá. 5:12 de la Cantera — Iglesias)
[3] La palabra “Católico”, es una transliteración de la
palabra Griega Καθολικός /cazolicós/ y significa literalmente: “Algo que está
disperso por todo el mundo y, por tanto, no está limitado a un país, región,
pueblo, etc. y además que siempre ha existido y nunca dejará de existir”.
Aplicando este concepto a la Iglesia de Cristo, decimos que es “Católica”,
porque no está limitada solamente a Roma (no hay Cristianos solamente en Roma)
sino que está dispersa por todo el mundo, siempre ha existido y siempre
existirá (hay cristianos en otros países aparte de Roma; siempre han existido y
siempre –por la gracia de Dios- existirán). De manera que el lector no debe
asociar la palabra “Católico” exclusivamente con la Iglesia Romana; porque no
es así. De hecho, la palabra “Católico Romano”, es una contradicción de
términos. En Ap. 5:9, aparece el concepto de la “Catolicidad” de la Iglesia.
Las iglesias de la Reforma del siglo XVI reclamaron esta palabra para que se
devuelva el sentido original de la misma. Nosotros ciertamente creemos en la
santa fe católica enseñada en las Sagradas Escrituras y confesada por
verdaderas iglesias en todo momento y lugares. (No en la definición romana que
hace referencia a la comunión y sujeción al obispo romano. ) . (Comentario
del traductor).
[4] Considerar comentario en la nota anterior, sobre la
palabra “Católico”
[5] Institución de la Religión Cristiana. Libro IV. Capítulo
15. Sección 16.
[6] Los λαϊκός-laicos , eran y son las personas que no
están o no fueron
ordenadas o consagradas para ejercer el oficio de ministros
en la Iglesia. (Nota del traductor).
[7] Proviene del verbo Griego δόγμα /dógma/ que aparece en
la Septuaginta y en el Nuevo Testamento, cuyo significado es: mandatos firmes
en la esfera de la conducta práctica; decretos gubernamentales (Ester 3:9;
Daniel 2:13; 6:8–10; Lucas 2:1); regulaciones apostólicas (Hechos 16:4) y
ordenanzas mosaicas (Colosenses 2:14; Efesios 2:15). Para más información,
consultar Introducción a la Teología Sistemática de Louis Berkhof (Nota del
traductor).
[8] Lo escrito entre paréntesis, fue agregado por el
traductor, como algo que el Dr. R. Scott Clark ya da por sentado.
Artículo originalmente publicado en “Heidelblog” en Mayo del
2014. ( El nombre “Heidelblog”, se deriva del nombre de la ciudad Alemana
“Heidelberg”. Es un blog, que existe para explicar y fomentar el retorno a la
comprensión histórica de la Escritura, tal y como ha sido confesada por las Iglesias
Reformadas a través de los siglos.) Traducido y Publicado al español en el 2016
por los traductores de “Agustinismo Protestante” .
R. Scott Clark
El Dr. Clark fue educado en la University of Nebraska (BA), Westminster
Seminary California (MDiv), y St Anne’s College,Oxford University (DPhil) Él
era un ministro en la Iglesia Reformada en los Estados Unidos “RCUS”(1988–1998)
y ha sido ministro de las Iglesias Reformadas Unidas en América del Norte desde
1998 “URCNA”.
Ha sido profesor de historia de la iglesia y la teología
histórica desde 1995 en el Wheaton College, Reformed Theological Seminary,
Jackson, Concordia University, Irvine, y Westminster Seminary California.