Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la
muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.
Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de
Israel? (Eze 33:11 R60)
Incluso nos llaman de híper calvinistas a los que no creemos
en esa doctrina. Pero los que no la creemos estamos en buena compañía. Calvino
mismo afirma:
Aducen las palabras de Ezequiel: “No quiero la muerte del
impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva” (Ez. 33,11). Si
quieren entender esto en general de todo el género humano, yo pregunto cuál es
la causa de que no inste a penitencia a mucha gente, cuyo corazón es mucho más
flexible a la obediencia que el de aquellos que cuanto más les convidan y
ruegan, tanto más se demoran y obstinan. Jesucristo afirma que su predicación y
milagros habrían obtenido mucho más provecho en Ninive y en Sodoma, que en
Judea (Mt. 11,23). ¿Cómo, pues, sucede que, queriendo Dios que todos los
hombres se salven, no abre la puerta de la penitencia a estos pobres
miserables, que estaban mucho más preparados para recibir la gracia, de
haberles sido propuesta y ofrecida? Con ello vemos que este texto queda
violentado y como traído por los cabellos, si ateniéndonos a lo que suenan las
palabras del profeta, queremos invalidar y anular el eterno designio de Dios,
con el que ha separado a los elegidos de los réprobos.
Si se me pregunta, pues, cuál es el sentido propio y natural
de este pasaje, sostengo que la intención del profeta es dar a los que se
arrepienten buena esperanza de que sus pecados les serán perdonados. En
resumen, puede decirse que los pecadores no deben dudar de que Dios está
preparado y dispuesto a perdonarles sus pecados tan pronto como se conviertan a
El. No quiere, pues, su muerte, en cuanto quiere su conversión. Mas la
experiencia nos enseña que el Señor quiere que aquellos a quienes El convida se
arrepientan, de tal manera sin embargo, que no toca el corazón de todos. No
obstante, no se puede decir en manera alguna que los trate con engaño; porque
aunque la voz exterior haga solamente inexcusables a aquellos que la oyen y no
la obedecen, a pesar de ello debe ser tenida como un testimonio de la gracia de
Dios con que reconcilia consigo a los hombres. Entendamos, pues, que la
intención del profeta es decir que Dios no se alegra de la muerte del pecador,
para que los fieles confíen en que tan pronto como se arrepientan de sus
pecados, Dios está preparado para perdonarles; y, por el contrario, que los
impíos sientan que se duplica su pecado por no haber correspondido a tan grande
clemencia y liberalidad de Dios. Así que la misericordia de Dios siempre sale a
recibir a la penitencia; pero que no a todos se otorga el don de arrepentirse y
convertirse a Dios, no solamente lo enseñan los demás profetas y apóstoles,
sino también el mismo Ezequiel. (Institución, III.xxiv.15.