El Israel de Dios
Por R. Scott Clark
Profesor Asociado de Teología
Histórica y Sistemática
Seminario Teológico Westminster en
California
© R. S. Clark, 2001
Introducción
Hay mucho más concerniente a los
"tiempos del fin" o últimas cosas (Escatología) de lo que nosotros
decimos que realmente sucede en los últimos días. Nuestra escatología depende
estrechamente de nuestra visión de lo que Dios está haciendo en la historia.
En el centro del debate está la
cuestión del "Israel de Dios" (Gálatas 6:16). Por supuesto, esta no
es una cuestión nueva. Durante el ministerio terrenal del Señor y después de su
resurrección y antes de su ascensión, los discípulos le preguntaron repetidas
veces, "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?"
(Hechos 1:6).
En efecto, había una extendida
creencia rabínica y popular de que el Mesías debía de ser un personaje
político-militar poderoso de fuerza y destreza Davídica -- "David hirió a
sus diez miles" (1 Samuel 18:7). Juan 6:14-15 dice,
Aquellos hombres entonces, viendo la
señal que Jesús había hecho, dijeron: "Éste verdaderamente es el profeta
que había de venir al mundo." Pero entendiendo Jesús que iban a venir para
apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo."
No se trataba, como algunos lo
entienden, de que no fuera el tiempo, sino más bien de que un reino terrenal
era contrario a sus propósitos. De nuevo, al final de su vida, durante su
entrada triunfal, no vino a establecer un reino terrenal sino a cumplir las
profecías, "No temas, Oh Hija de Sión; mira, he aquí tu rey viene, sentado
sobre un pollino hijo de asna" (Juan 12:15; Isaías 40:9; Zacarías 9:9).
Jesús les había enseñado a los
discípulos y a otros que él no había venido a establecer un reino terrenal como
ellos esperaban, sino que había venido a traer salvación del pecado. Al final,
cuando "los hombres de Israel" no pudieron tolerar más su rechazo a
someterse a la escatología de ellos, su plan para la historia, le crucificaron.
Las Escrituras dicen,
De esta manera también los principales
sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos,
decían: "A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él." (Mateo 27:41-42).
Es también triste el hecho de que
muchos cristianos estén de acuerdo con los principales sacerdotes y los
maestros de la ley. El Dispensacionalismo ha sostenido por mucho tiempo que los
fariseos tenían el método correcto de interpretar la Biblia, sólo que llegaron a
conclusiones equivocadas.
El Dispensacionalismo-Premilenialismo
cree que Dios le hizo la promesa a Abraham (Génesis capítulos 15 y 17) de que
le daría un pueblo terrenal y nacional de manera que, según el
Dispensacionalismo, siempre ha sido la intención de Dios tener tal pueblo, y si
los Judíos rechazaron la primera oferta (¡o Jesús rechazó sus términos!) habrá
de haber un reino, Judío, Palestino, en el milenio.
De acuerdo con el Dispensacionalismo,
Dios estaba tan comprometido con la creación de ese pueblo terrenal y nacional
que esta fue la principal razón de la encarnación, nacimiento y ministerio de
Cristo. Si ellos hubieran aceptado su oferta de un reino terrenal, Jesús no
hubiera muerto. En este esquema, la muerte salvadora de Jesús en la cruz es un
feliz sub-producto del plan de Dios para un Israel nacional.
Es también un artículo de fe entre
muchos Premilenialistas el que la creación de un estado Israelí moderno, en
Palestina en 1948, sea una confirmación providencial de su reclamo de que los
Judíos son el pueblo terrenal y nacional de Dios, y más aún, que Dios continua
obrando en la historia en dos trayectorias diferentes, con un pueblo Judío
terrenal y con un pueblo Cristiano espiritual.
Esta manera de proceder, de todas
formas, está cargada de dificultades. En primer lugar, esta forma de leer los
sucesos contemporáneos es muy incierta. ¿Quién de entre nosotros sabe de forma
certera el sentido exacto de la providencia? Si un ser querido tiene cáncer,
¿deberíamos especular sobre qué pecado lo causó? Nuestro Señor nos advirtió
contra el intentar interpretar la providencia (Juan 9). Si no podemos ni tan
sólo intuir el significado de providencias relativamente pequeñas, ¿cómo vamos
a interpretar el sentido de providencias mayores? ¿Quién dice que deberíamos
centrarnos en un estado israelí? ¿No debiéramos más bien centrarnos en la
difícil situación que viven los cristianos palestinos, quienes han sufrido
mucho en manos de Judíos y Musulmanes, y en especial desde la formación del
Israel moderno?
Aunque resulte emocionante pensar que
Dios pueda estar haciendo algo espectacular en nuestros días, da temor pensar
que nuestra codicia de emociones no es mejor que el clamor de aquellos
israelitas que dijeron, "danos a Barrabás". Bien pudiera ser que la
locura de los últimos tiempos que estamos presenciando, primero a finales de
los 70, y de nuevo durante la guerra del Golfo y de nuevo en estos últimos
años, sea realmente una búsqueda de certeza. Así como las últimas generaciones
apartaron sus ojos de la predicación del evangelio y la administración de los
sacramentos, en favor de los avivamientos, nuestra generación parece inclinarse
por encontrar confirmación para su fe en el ser testigos presenciales del final
de la historia. El hecho es que los cristianos a menudo han pensado la misma
cosa, y han estado equivocados.
Recuerda que después del Monte de la
Transfiguración (Mateo 17:1) donde Moisés y Elías aparecieron ante su Señor,
los discípulos salpicaron a Jesús con preguntas sobre un reino Mesiánico
terrenal, sobre si Elías aún había de venir. Jesús les respondió diciendo,
"A la verdad, Elías viene
primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le
conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo
del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les
había hablado de Juan el Bautista." (Mateo 17:11-13).
Jesús siempre tiene la intención de
predicar la llegada del Reino ("…el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio. Marcos 1:15), morir por los pecadores, y
gobernar su reino desde donde ahora está, a la derecha del Padre (Hechos 2:36).
Más tarde, en Mateo 19:27-30, después
de haber oído las enseñanzas de Jesús sobre la verdadera naturaleza del Reino,
Pedro preguntó de nuevo la pregunta del Reino, "He aquí, nosotros lo hemos
dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?", a lo cual Jesús
respondió,
"De cierto os digo que en la
regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria,
vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para
juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi
nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos
primeros serán postreros, y postreros, primeros."
Nuestros hermanos Premilenialistas
interpretan esto como promesa de un reino Judío terrenal, pero Jesús entendió
el Reino de una forma bastante diferente. Las parábolas que vienen a
continuación precisamente enseñan que Dios no está estableciendo un reino Judío
terrenal, sino más bien que "el último será primero, y el primero será
último" y que
"el Hijo del Hombre será
entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a
muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le
crucifiquen; mas al tercer día resucitará." (Mateo 20:18).
Jesús fue incluso aún más claro con la
madre de Santiago y Juan, que andaba buscando trabajo para sus hijos:
"Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu
derecha, y el otro a tu izquierda." (Mateo 20:21). Él la reprendió
diciéndole que no sólo no iba a establecer un reino terrenal, sino que además
iba a sufrir y morir y que ellos iban a sufrir y morir por causa de él, porque
"el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar
su vida en rescate por muchos." (Mateo 20:28).
Por lo tanto, no podemos estar de
acuerdo con el argumento del Dispensacionalista Clarence Larkin, cuando
interpreta las palabras de Jesús,
"No os toca a vosotros saber los
tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra." (Hechos 1:7-8).
no como una reprensión hacia los
discípulos por haber estado buscando un reino terrenal, sino tan sólo como una
advertencia a seguir esperando el reino en la tierra.
Mas bien, Jesús no vino para formar en
la tierra un reino Judío ahora o más tarde, sino que su intención fue tan sólo
redimir a todo su pueblo por medio de su muerte en la cruz, y gobernar a las
naciones con vara de hierro en su ascensión hasta su regreso en juicio.
Mi argumento es que el propósito
principal de Dios en la historia ha sido siempre el de glorificarse a sí mismo
por medio de la redención de un pueblo formado por gentes de todos los tiempos,
lugares y de todas las razas, cuya gracia Él ha administrado desde la caída, en
la historia en una iglesia visible e institucional, representados por Adán,
Noé, Abraham, Moisés, David y ahora Cristo.
Por lo tanto la premisa de que la
intención de Dios ha sido la de establecer una nación Judía permanente o
milenial es justo al contrario. Nuestros hermanos Dispensacionalistas confunden
lo que es temporal con lo que es permanente, y lo permanente con lo temporal.
La Palabra de Dios nos enseña que
Jesús es el verdadero Israel de Dios, que su encarnación, obediencia, muerte y
resurrección no fue un sub-producto del rechazo de Israel a la oferta de un reino
terrenal, sino el cumplimiento del que fue el plan de Dios desde toda la
eternidad. Esto es lo que Jesús les dijo a los discípulos en el camino a Emaús.
Uno de ellos dijo, "nosotros esperábamos que él era el que había de
redimir a Israel." En respuesta nuestro Señor les dijo,
"¡Oh insensatos, y tardos de
corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el
Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían." (Lucas 24:25-27).
El apóstol Pablo resumió esta misma
enseñanza cuando les dijo a los corintios que no importa cuántas promesas Dios
os haya hecho, "todas son Sí en Cristo" (2 Corintios 1:20).
Definición de Pacto
No podemos comprender lo que Dios está
haciendo en la historia si no entendemos uno de los conceptos más importantes
de las Escrituras: pacto. Esta es una palabra muy frecuente en la Biblia (294
veces). El pacto describe la forma en que Dios se relaciona con sus criaturas.
Es un juramento que compromete a ambas partes y en el cual hay condiciones,
bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia así como
señales y sellos del juramento.
Ley y Evangelio: Pacto de Obras y
Gracia
Dios hizo el primer pacto en la
historia humana, un pacto de obras, con el primer hombre en el paraíso. La
bendición prometida a cambio de mantener el pacto fue que Adán y toda la
humanidad entrarían en la gloria ("come… y vive para siempre," Gen
3:22); la maldición por romper el pacto era la muerte ("de cierto morirás,"
Gen 2:17). La condición del pacto es que Adán se abstuviera de comer del árbol
del conocimiento del bien y del mal (Gen 2:17). Las señales del pacto fueron el
árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida (Gen 2:9).
Como ya sabes Adán falló en la prueba,
y como Pablo dice "el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el
pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron." (Romanos 5:12). Todos nosotros hemos nacido bajo este pacto de
obras.
El segundo pacto de la historia fue
también hecho por nuestro Dios con nuestro padre Adán. Este pacto, sin embargo,
no fue un pacto de Ley; más bien fue un pacto de Evangelio. Este es un
juramento que compromete a ambas partes y en el cual hay condiciones, bendiciones
por la obediencia y maldiciones por la desobediencia así como señales y sellos
del juramento.
En el pacto de gracia, Dios prometió
bajo juramento la venida de un Salvador ("la simiente de la mujer")
quien heriría en la cabeza a la simiente de la serpiente cuando la serpiente
hiriera su talón (Gen 3:14-16).
La bendición de este pacto es la vida
eterna (el árbol de la vida) y la maldición por romper el pacto continúa siendo
la muerte. El Evangelio de este pacto es que hay un Salvador que guardará los
términos del pacto de obras y que los pecadores se beneficiarán de ello.
Hay tres cosas que han de ser dichas
sobre las condiciones relativas al pacto de gracia:
1. En cuanto a la causa de nuestra
justificación, el pacto de la gracia es incondicional. Dios no acepta pecadores
por otra razón que no sea la justicia de Cristo imputada sobre ellos por
gracia.
2. En cuanto al instrumento de nuestra
justificación, la fe salvadora, regalo de Dios (Efesios 2:8-10), es la única
condición del pacto. La fe es pasiva (la recibimos de Dios) y orientada hacia
Cristo. Esto es lo que los Reformadores Protestantes querían decir con sola
fide.
3. En cuanto a la administración del
pacto de la gracia, podemos decir que las condiciones del pacto son aquellos
medios por los cuales Dios habitualmente hace pasar a los pecadores de muerte a
vida, o sea, la predicación del Santo Evangelio, y aquellos medios de gracia
por los cuales Él confirma sus promesas y fortalece nuestra fe: los santos
sacramentos. La obediencia cristiana no es ni base ni instrumento de nuestra
justificación ante Dios, sino el fruto y la demostración de la obra de Cristo
por y en nosotros.
En la historia de la salvación, este
mismo pacto del Evangelio que Dios hizo con Adán fue renovado con Abraham, pero
la promesa se volvió a establecer, "Yo seré vuestro Dios, y el de vuestros
hijos." La señal del pacto en Génesis 15 fue el cortar los animales y como
condición permaneció la fe. Por esta razón las Escrituras dicen, "Y
Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia." (Gen 15:6).
En Génesis 17:10-14 la circuncisión
viene a ser la señal de iniciación al pacto de la gracia. El pacto y la señal
están tan íntimamente relacionados que el Señor llama a la señal de la
circuncisión "mi pacto".
El pacto de obras no desapareció sin
más de la historia de la salvación. Más bien vemos que el pacto de obras se
repite a lo largo de las Escrituras, cada vez que la Ley es leída y Dios
reclama a los pecadores una justicia perfecta, p.e. "Maldito todo aquel
que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas." (Gal 3:10). Cuando Jesús dijo al joven rico, "haz esto, y
vivirás" (Lucas 10:28) él estaba repitiendo el pacto de obras.
De igual manera el pacto de la gracia
es repetido a lo largo de la historia de la redención, siempre que Dios dice,
"Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis my pueblo" Él está
repitiendo la promesa hecha a Adán. Dios repitió esta promesa del evangelio a
Noé, Abraham, Isaac, Jacob, David, Moisés, finalmente la cumplió en Cristo y
luego nos la repite a nosotros a través de los Apóstoles, como vemos en Hechos
2:39.
Estos dos pactos unifican toda la
Escritura. Todos los seres humanos están muertos en sus delitos y pecados y
todos aquellos que son salvos están en el pacto de la gracia.
El Antiguo Pacto (Mosaico)
Muchos creyentes en la Biblia asumen
que cada suceso que tuvo lugar en la historia de la salvación antes de la
encarnación y muerte de Cristo pertenece al Antiguo Testamento, y muchos de
ellos asumen que desde la encarnación, las Escrituras del Antiguo Pacto ya no
se aplican ni hablan a los Cristianos. De hecho, algunos Dispensacionalistas
incluso consideran que algunos libros del Nuevo Testamento no se aplican a los
Cristianos de hoy, porque fueron escritos para aquellos que son Judíos de
etnia. Hace apenas unos años, oí decir a un pastor Dispensacionalista en
Navidades que "el problema de los Evangelios es que el Evangelio no se
encuentra en los Evangelios."
Las Escrituras mismas, de todos modos,
refutan tales ideas. El apóstol Pablo en 2 Corintios 3:12-18 define el
"Antiguo Pacto" como Moisés lo hizo, en un sentido general en los
libros de Moisés y particularmente en las leyes Mosaicas (vv. 14-15). En
Hebreos 7:22, Jesús es la garantía de un pacto mejor que el que fue dado a los
Israelitas. Más adelante, en 8:6-13 al contrastar el Nuevo Pacto con el
Antiguo, restringe el Pacto Antiguo a la época Mosaica de la historia de la
salvación. Hace de nuevo la misma distinción en 9:15-20. Luego, estrictamente
hablando, el Viejo Pacto describe el pacto que Dios hizo con Israel en Sinaí.
Por lo tanto, no todo lo que ocurrió en la historia de la salvación, antes de
la encarnación, pertenece al Pacto Antiguo. Esto es importante, porque el Viejo
Pacto es descrito en el Nuevo Testamento como "inferior" (Hebreos
8:7), "obsoleto", "viejo" (8:13) y que su gloria está
"desapareciendo".
En este sentido, otro factor
importante a tener en cuenta sobre el Pacto Antiguo es que fue temporal y
típico de forma intencionada. Colosenses 2:17 describe las leyes ceremoniales
mosaicas (Viejo Pacto) como "sombras" de las cosas que habían de
venir. Hebreos 8:5 describe el Templo terreno como "tipo y sombra"
del templo celestial. La ley Mosaica en sí misma, fue tan sólo una "sombra"
del cumplimiento que vino con Cristo.
El Nuevo Pacto
Con la muerte de Cristo, su
resurrección y ascensión la promesa que Dios hizo a Adán y repitió a Abraham
permanece, pero las circunstancias han cambiado. Nosotros, quienes vivimos a
este lado de la cruz, vemos las cosas de diferente manera porque vivimos en los
días del cumplimiento. En términos bíblicos, vivimos en los "últimos
días" (2 Pedro 3:3; Santiago 5:3; Hebreos 1:2; Hechos 2:17).
Todo el propósito del Antiguo Pacto
fue el de dirigir la atención hacia arriba, hacia realidades celestiales (Ex
25:9; Hechos 7:44; Heb 8:5) y hacia adelante en la historia hacia el sacrificio
de Jesús en la cruz. Las viejas señales, la Pascua y la circuncisión, así como
los demás sacrificios sangrientos y ceremonias han sido substituidos. Aunque
aún vivimos en una relación de pacto con Dios, y las imágenes sangrientas de
Cristo han sido reemplazadas por señales no sangrientas (recuerdos) y sellos.
Así como Dios hizo un pacto con
Abraham, Él prometió que más tarde vendría un Nuevo Pacto (Jer 31:31). Dios
hizo este Nuevo Pacto en la sangre del Señor Jesucristo (Lucas 22:20). El Señor
Jesús de forma específica y consciente estableció "el Nuevo Pacto".
El apóstol Pablo dijo de sí que él era "un siervo del Nuevo Pacto" (2
Cor 3:6). ¿Cómo puede ser si no hay sino un solo Pacto de la Gracia? El Nuevo
Pacto es nuevo si lo comparamos con Moisés, pero no si lo comparamos con
Abraham.
Este es el tema de Gálatas 3:1-29;
4:21-31, y 2 Corintios 3:7-18 donde Pablo dice que la gloria del Viejo Pacto
estaba desapareciendo, pero que la gloria del Nuevo Pacto es permanente. El
mensaje de los capítulos 3 al 10 de Hebreos es que el Viejo Pacto (bajo Moisés)
fue preparatorio del Nuevo Pacto. El tema fundamental de Hebreos 11 es que
Abraham tuvo una fe del Nuevo Pacto, esto es, anticipó una ciudad celestial y
la redención que tenemos en Cristo (Hebreos 11:10).
Israel Definido
A Jacob Yo He Amado
Hubo pues un Israel antes del Pacto Antiguo.
Israel fue el nombre dado a Jacob. Esta es la primera vez que la palabra
"Israel" aparece en las Escrituras, como conclusión a la historia de
la lucha de Jacob (Gen 32:21-30).
Después de haber pasado la noche
luchando con un hombre anónimo, y "cuando el hombre vio que no podía con
él" (v.25), Jacob le pidió una bendición. A cambio, el luchador le puso a
Jacob el nuevo nombre de Israel, el cual él definió como "luchas con Dios
y con los hombres."
Así pues, en la historia de la
salvación, todos aquellos que provienen del patriarca Jacob son, en un amplio
sentido, "Israel". Tan sólo dos capítulos después el término
"Israel" es usado para describir el lugar y nombre de los hijos de
Abraham, Isaac y Jacob (34:7). En Padam Aram, Dios de nuevo le bendice y le
llama a Jacob "Israel" (35:9-10) y repite la promesa hecha a Abraham
de ser Dios para Abraham y para sus hijos.
Todo esto parece apoyar la idea de que
Israel significa "aquellos que físicamente descienden de Jacob." A
excepción de que Jacob no es el principio de la historia. Antes de que hubiera
un Israel ya hubo un Abraham y su milagroso hijo, Isaac (Rom 9), y antes de
Abraham, dice Jesús, "YO SOY" (Juan 8:58). Fue a Abraham a quien Dios
prometió "Yo seré tu Dios, y tú serás mi pueblo." En efecto, Jesús
les enseñó a los Judíos en Juan 8 que fue él quien hizo la promesa a Abraham
(Juan 8:56). Recuerda también que el primer cumplimiento de esa promesa no vino
por "voluntad de varón", sino por el poder soberano de Dios al
permitirle a Sara concebir en su anciana edad. Todos estos son factores
importantes a recordar cuando nos acerquemos a la respuesta de Pablo a la pregunta
¿Quién es el Israel de Dios?
Israel, Mi Hijo
En el Éxodo de Egipto Dios constituyó
a los hijos de Jacob colectivamente como su "hijo".
"Jehová ha dicho así: Israel es
mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me
sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu
primogénito." (Ex 4:23).
Esta no es una declaración casual,
sino una descripción deliberada del pueblo nacional. Los hijos de Jacob no son
el Hijo de Dios por naturaleza, sino por adopción. Moisés niega que hubiera
ninguna cualidad inherente en Israel que hiciera a los hijos de Jacob
merecedores de ser llamados el pueblo de Dios.
"No por ser vosotros más que
todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el
más insignificante de todos los pueblos; si no por cuanto Jehová os amó, y
quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con
mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de
Egipto." (Dt 7:7-8)
De acuerdo con este pasaje hay dos
razones por las cuales Dios escogió a Israel, Su amor inmerecido y la promesa
hecha a Abraham.
Israel Extraviado
Israel, sin embargo, no era hijo
natural de Dios. Esto se vio claramente en el desierto, en Canaán y finalmente
en la expulsión cuando Dios cambió el nombre de su "hijo" Israel por
"Lo-ammi, no mi pueblo" (Oseas 1:9-10).
Dios desheredó a su "hijo"
adoptado, temporal y nacional, Israel, como pueblo nacional precisamente,
porque jamás fue la intención de Dios tener un pueblo terrenal permanente. Tras
el cautiverio, ellos ya habían cumplido ampliamente su papel en la historia de
la salvación. Como señal de este hecho, el Espíritu-Gloria partió del templo.
Esto sucedió porque su principal función fue la de servir como modelo y sombra
del hijo natural de Dios, Jesús el Mesías (Hebreos 10:1-4).
Jesús, el Israel de Dios
La tesis de este ensayo es que Jesús
es el verdadero Israel de Dios y que todo aquel que esté unido a él, sólo por
gracia, sólo por medio de la fe, viene a ser por virtud de esa unión el
verdadero Israel de Dios. Esto significa que es erróneo buscar, esperar,
anhelar o desear una reconstitución de un Israel nacional en el futuro. La
Iglesia del Nuevo Pacto no es algo que Dios instituyó hasta que Él pudiera
volver a crear un pueblo nacional en Palestina, sino que más bien Dios sólo
tuvo un pueblo nacional temporalmente (desde Moisés hasta Cristo) como preludio
y avance de la creación del Nuevo Pacto en el cual las distinciones étnicas que
hubo bajo Moisés fueron completadas y abolidas (Efesios 2:11-22; Colosenses
2:8-3:11).
Mateo 2:15
En el texto Hebreo la expresión
"fuera de Egipto" ocurre más de 140 veces. Esta es una evidencia más
de la existencia de un Israel nacional. Cuando Dios dio la Ley dijo, "Yo
soy Yahvéh tu Dios quien te sacó de la tierra de Egipto." Eran un pueblo
redimido que pertenecía a su Salvador.
Esto es aún más significativo cuando
Mateo 2:15 cita Oseas 11:1. La Escritura dice,
Y él, despertando, tomó de noche al
niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes;
para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
"De Egipto llamé a mi Hijo."
Herodes estaba a punto de descargar su
rabia sangrienta contra los primogénitos de los Judíos. La interpretación
inspirada que Mateo hace de las Escrituras Hebreas debe regular nuestra
interpretación de las Escrituras, y según la interpretación de Mateo nuestro
Señor Jesús es el verdadero Israel de Dios, no el pueblo temporal y nacional de
Israel. En efecto, no es nada exagerado decir que la única razón por la cual
Dios orquestó el primer Éxodo fue para poder orquestar el segundo Éxodo y que
así pudiéramos conocer que Jesús es el verdadero Hijo de Dios y que todos los
cristianos son el Israel de Dios sin considerar su etnia.
Dado que Jesús es el verdadero Israel
de Dios, por eso en su infancia y de hecho en toda su vida, recapituló la
historia del Israel nacional. Todo aquello que el Israel nacional rebelde no
haría, Jesús lo hizo: Él amó a Dios con todo su corazón, su alma, su mente y
sus fuerzas y a su prójimo como a sí mismo (Mateo 22:37-40).
Gálatas 3:16
De forma similar, el apóstol Pablo
argumenta muy claramente que las promesas hechas a Abraham tienen su
cumplimiento en Cristo. Gálatas 3:16 dice,
"Ahora bien, a Abraham fueron
hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si
hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo."
Pablo explica lo que quiere decir. Las
promesas hechas a Abraham fueron promesas del evangelio del Nuevo Testamento.
Fueron dadas antes de Moisés y fueron cumplidas en Cristo. Jesús es el
verdadero hijo de Abraham, él es "la simiente" prometida a Abraham.
El propósito de la Ley dada a Moisés
fue el enseñar al Israel nacional y a nosotros la seriedad de nuestro pecado y
nuestra miseria (Gálatas 3:22). La Ley administrada a través de Moisés no
cambió fundamentalmente la promesa del evangelio dada a Abraham (3:17-20). El
Nuevo Pacto no es si no el cumplimiento y la renovación del Pacto con Abraham,
y el Pacto con Abraham no fue más que el cumplimiento y la renovación del pacto
de Gracia hecho con Adán después de la caída.
Jesús, el Salvador de Israel
Hechos 13:23
Parte de la confusión que conlleva el
tema del plan de Dios en la historia, y por lo tanto parte de la razón por la
cual los cristianos están tan confundidos sobre el plan de Dios para el futuro
de su pueblo, viene porque muchos no comprenden qué vino a hacer Jesús por el
Israel nacional. Jesús no vino a establecer un reino Judío terrenal y nacional,
sino que vino a ser su Salvador y el Salvador de todo el Pueblo de Dios, fueran
judíos o gentiles.
Nuestro Señor, antes de su
encarnación, se identificó a sí mismo con Israel a través del profeta Isaías
(43:3) como "el Santo de Israel", su "Salvador." Este es el
mismo asunto que el apóstol Pedro trató en su gran sermón de Pentecostés, que
David no es el Rey, ya que está muerto. Jesús, puesto que vive, es el Rey y fue
sobre Jesús que David profetizó (Hechos 2:19-34).
Más tarde, en otro sermón, Pedro dijo
que Dios había ahora "exaltado" a Jesús "a su propia mano
derecha como Príncipe y Salvador, para que pudiera darle a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados."
Los Hijos de Abraham
Con todo este trasfondo, ahora estamos
en situación de responder a las preguntas, "¿Quiénes son los hijos de
Abraham?" y "¿Quién es el Israel de Dios?" Jesús dijo,
"Cuando hayáis levantado al Hijo
del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino
que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está;
no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada."
(Juan 8:28-29).
Él continuó diciendo que "Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." (vv.31-32) a lo que
ellos responden señalando que ellos son descendencia física de Abraham (v.33).
A esto Jesús responde, "Si
fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais" (v.39). Esta es
pues la definición que el Señor hace de un hijo de Abraham, un Judío, o Israel:
Quien hace las cosas que Abraham hizo. ¿Y qué hizo Abraham? Según Jesús,
"Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se
gozó" (v.56). Según Jesús el Mesías, un Judío, un verdadero Israelita es
aquel que tiene fe salvadora en el Señor Jesús ya sea antes o después de su
encarnación. Esta es solo otra forma de decir que Jesús es "el camino, la
verdad y la vida" y que "nadie viene al Padre" sino por él (Juan
14:6). Este versículo también se aplica a Abraham, Isaac y Jacob así como a
cualquiera.
Luego, no debiera sorprendernos
encontrar básicamente la misma enseñanza en la teología del Apóstol Pablo. En
Romanos 4, Pablo dice que uno es justificado de la misma manera que Abraham fue
justificado, solo por gracia, y solo a través de la fe en Jesús (Romanos
4:3-8).
¿Y qué de los Gentiles? Pablo
pregunta, "¿Cuándo fue Abraham justificado? ¿Bajo qué circunstancias?
¿Antes o después de ser circuncidado? ¡No fue después, sino antes!"
(Romanos 4:11).
"…para que fuese padre de todos
los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea
contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son
de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo
nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado." (Romanos 4:11-12).
Por lo tanto estas dos preguntas están
íntimamente relacionadas. La Justicia ante Dios "viene por fe"
(Romanos 4:16), no por guardar la Ley, ni por ser física o étnicamente Judío,
"para que sea por gracia, a fin
de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que
es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre
de todos nosotros" (Romanos 4:16)
Esto es así porque, como dijo en
Romanos capítulo 2,
"es judío el que lo es en lo
interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la
alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios" (Romanos 2:29).
Cristo no vino para reinstalar y fijar
la Teocracia Mosaica o a establecer un reino terrenal Judío milenial, sino a
salvar pecadores Judíos y Gentiles y a hacerles, solo por gracia, solo a través
de la fe, y solo en Cristo, hijos de Abraham.
La Pared Intermedia Derribada (Efesios
2:11-22)
El movimiento de la historia de la
redención se da en este orden. El pueblo de Dios fue un pueblo internacional
desde Adán hasta Moisés. Bajo Moisés el pueblo de Dios fue temporalmente una
nación. Dios instituyó unas leyes especiales, civiles y ceremoniales, para
separar a su pueblo nacional de los paganos gentiles. En Efesios 2:14 el
Apóstol Pablo describe estas leyes civiles y ceremoniales como la "pared
intermedia" entre Judíos y Gentiles. Por causa de esa pared intermedia los
Gentiles, considerados como pueblo, estaban "sin Cristo, alejados de la
ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin
Dios en el mundo" (2:12).
Ahora, sin embargo, por causa de la
muerte de Cristo, Pablo les asegura a los cristianos gentiles que "vosotros
que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de
Cristo" (V.13). ¿Cómo? A través de su muerte, Cristo ha destruido la pared
intermedia, ha rasgado el velo del templo, ha destruido y restaurado el templo
en tres días mediante su resurrección (Juan 2:19),
"aboliendo en su carne las
enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en
sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades"
(Efesios 2:15-16).
Ahora, por virtud de nuestra unión con
Cristo, tanto los cristianos Judíos como los Gentiles son "conciudadanos
de los santos, y miembros de la familia de Dios" (Efesios 2:19);
"Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a
Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne"
(Filipenses 3:3). ¿Por qué? Porque "…nuestra ciudadanía está en los
cielos" (Filipenses 3:20). ¿Cómo es pues que el Premilenialismo, teniendo
dos pueblos de Dios paralelos, no reconstruye esa pared intermedia de
separación que Jesús destruyó con su muerte?
No Todo Israel es Israel (Romanos 9)
Uno de los lugares más claros en las
Escrituras en cuanto a este tema es Romanos 9. El contexto de este pasaje es la
misma pregunta que estamos tratando ahora, ¿qué sucede con Israel? ¿Quién es el
Israel de Dios? ¿Ha abandonado Dios su promesa con Abraham? La respuesta de
Pablo es que un Judío es quien lo es interiormente, quien ama al Salvador de
Abraham. Puesto que Cristo fue circuncidado (Colosenses 2:11-12) por nosotros
en la cruz, la circuncisión es moral y espiritualmente indiferente.
"No que la palabra de Dios haya
fallado" (Romanos 9:6). La razón por la cual solo algunos Judíos hayan
creído en Jesús como el Mesías es por que "no todo Israel es Israel. No
por el hecho de ser descendientes de Abraham son todos sus hijos." Más
bien los hijos de Abraham son contados "a través de Isaac" (9:7).
Esto quiere decir que "no son los hijos naturales los que son de Dios,
sino los hijos de la promesa" (v.8). ¿Cómo nació Isaac? Por el soberano
poder de Dios. ¿Cómo nacen los Cristianos? Por el soberano poder de Dios. Cada
cristiano es un "Isaac" en cierto sentido. ¿Por qué es así? Por que
"-pues no habían aún nacido, ni
habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la
elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama-, se le dijo: El
mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú
aborrecí." (Malaquías 1:2; Romanos 9:11-13).
¿Cómo puede ser esto? Esto es porque
Dios "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del
que yo me compadezca" (Rom 9:15).
"Así que no depende del que
quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la
Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi
poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de
quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece".
(Rom 9:16-18).
¿Es Dios injusto? De acuerdo con el
apóstol Pablo, como criaturas, no tenemos "derechos" delante de Dios.
Dios es el alfarero, nosotros el barro, pero los Cristianos son barro redimido,
objetos de misericordia, preparados de antemano para la gloria. Debemos evaluar
nuestra condición teniendo como telón de fondo la paciencia de Dios con esos
objetos de ira preparados para destrucción (Romanos 9:22-23). Estas vasijas
preparadas para la gloria son tomadas tanto de entre los Judíos como de entre
los Gentiles (Romanos 9:24). Esto es lo que él prometió en Oseas. Él ha hecho
de aquellos que fueran una vez "Lo-ammi", "no mi pueblo", o
sea los Gentiles, que ahora fuesen "hijos del Dios vivo" (Oseas 2:23;
1:10; Romanos 9:25-26).
La razón por la cual los Gentiles, que
estaban sin la Ley, hayan "obtenido justicia", y que Israel que sí la
adquirió por Ley no la tenga, es porque la justificación no es por las obras,
sino por gracia (Romanos 9:32). Ellos se tropezaron con Jesús, la piedra de
tropiezo. Él no encajó con sus planes nacionalistas, y digo yo, que tampoco
encaja él con los planes nacionalistas/Sionistas del Premilenialismo.
No es que Pablo no quiera que los
Judíos no sean salvos, sino que les dice esto porque quiere que los Judíos
también se salven. La única manera de que un descendiente físico de Abraham,
Isaac y Jacob sea un verdadero Israelita es unirse al verdadero Israel de Dios,
a Jesús, por medio de la fe. "Porque no hay diferencia entre judío y
griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le
invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo"
(Romanos 10:12-13). "No todos los Israelitas han aceptado el
Evangelio."
¿Ha rechazado Dios a su pueblo? No,
los escogidos son su pueblo, y todos los escogidos serán salvos. Hay también
Judíos creyentes. Pablo se pone a él mismo como ejemplo (Romanos 11:1). Él es
parte del remanente escogido que no ha doblado su rodilla ante Baal. "Así
también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si
por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia"
(Romanos 11:5-6). Lo que Israel buscó ansiadamente no lo obtuvo, pero los
escogidos sí. Los demás fueron endurecidos.
La elección de Dios de unos y la
reprobación de otros son dos hechos de la historia de la redención que Pablo
saca a la luz con la pregunta "¿Quién es el Israel de Dios?". Y de
nuevo enseña: La salvación es solo por gracia, solo por medio de la fe, y solo
en Cristo; y "Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los
escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos…" (Rom
11:7).
¿Ha acabado Dios de salvar Judíos? De
ninguna manera. La salvación ha venido a los Gentiles para "provocar a
Israel a celos" (Rom 11:11). Los Gentiles, por el favor inmerecido de
Dios, han sido injertados al Israel de Dios. Y "ha acontecido a Israel
endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y
luego todo Israel será salvo" (Romanos 11:25-26).
Los Cristianos son el Israel de Dios
en Cristo
Gálatas 6:16
Dado este trasfondo, no debiera
sorprendernos nada el hecho de que los apóstoles llamaran a ambos, Judíos y
Gentiles, "el Israel de Dios." Este es el lenguaje de Pablo
refiriéndose a la congregación mezclada de Galacia.
1 Pedro 2:9-10
El apóstol Pedro usa el mismo tipo de
lenguaje para describir las congregaciones de mayoría gentil en Asia Menor, a
quienes escribe diciendo, "vosotros que en otro tiempo no erais pueblo,
pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia,
pero ahora habéis alcanzado misericordia."
Hebreos 8:8-10
Según el escritor a los Hebreos,
aquellos que invocaren el nombre de Cristo son "la Casa de Israel."
Cualquiera que haya creído en Cristo es un heredero de las promesas del Nuevo
Pacto.
Conclusión
¿Ama a los Judíos el Dios de Abraham,
Isaac y Jacob? Sí. ¿Tiene un plan para los Judíos? Sí, el mismo plan que
prometió a Adán, la simiente de la mujer, el mismo plan que prometió a Abraham,
"la Simiente." Esa simiente es una: Cristo. Él es el Santo de Israel,
él es el Israel de Dios. Él hizo lo que Adán no. Él hizo lo que un Israel terco
no quisiera ni pudiera haber hecho. Él sirvió al Señor con todo su corazón,
alma, mente y fuerzas.
Muchos de los Judíos, de todas formas,
no estaban buscando un Salvador. Buscaban un rey. Jesús es Rey, pero ganó su
trono mediante su obediencia y muerte, y eso no es lo que ellos querían. Ellos
querían gloria, poder y un reino teocrático, político, y físico en esta tierra.
Jesús ha establecido su reino, a través de la predicación del Evangelio y la
administración de los sacramentos. Este reino puede que no sea tan emocionante
como gobernar desde Jerusalén durante una era dorada en la tierra, pueda que no
venda tantos libros ni llene tantas butacas en los cines, pero el mundo nunca
ha encontrado al Jesús de las Escrituras muy interesante. Por eso él es piedra
de tropiezo para los Judíos Sionistas y locura para los Griegos. Para los
Cristianos, sin embargo, él es el Cristo, "poder de Dios, y sabiduría de
Dios" (1 Corintios 1:24).
*Muchas gracias a Mr. Hugh McCann, MA
(Seminario Teológico Westminster en California) por su ayuda editorial en este
y otros ensayos.
Escatología últimas cosas final de los
tiempos Israel Jerusalén dejados atrás rapto últimos días últimas cosas
historia de la salvación pacto Judíos Gentiles Mesías anticristo escatología
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la salvación
Traducción al español:
David Barceló, abril 2002.